El 9 de octubre de 1949 podría haber aparecido en algún periódico de Baltimore una esquela que leyera: "Comunicamos con pesar la muerte de un hombre nacido en Boston, conocedor del mundo, lector de autores europeos, sargento mayor de artillería, atleta aficionado que ha nadado casi 10 kilómetros en el río Richmond, periodista osado, crítico literario y escritor tanto de relatos y poesía, poseedor de una prosa trabajada y metódica en el propósito de entregar al lector el mayor de los sentimientos, sea en sus escritos de terror, los que él mismo llamó "de raciocinio", o, incluso, los cómicos. Hablamos, claro de Edgar Allan Poe que ha muerto hace dos días y deja un vacío en sus amigos y familiares, quienes le guardaban profundo cariño y respeto"
No se habría dicho en esa imaginaria esquela una sola mentira del autor estadounidense, y, además, se le habría hecho una mayor justicia al verdadero hombre que fue Edgar Allan Poe, o Eddie, como solía firmar sus cartas más amistosas o sentimentales. En lugar, la esquela que se publicó dibujó un hombre no existente, atormentado, errático e imaginativo. La esquela fue firmada con el sobrenombre "Ludwig", y luego sería revelado que fue escrita por Rufus Wilmot Griswold, conocido de Poe, pero más que conocido, amargo rival y, después de su muerte, en circunstancias que no se alcanzan a entender, tomó el papel de ejecutor o albaceas literario (quien se encarga del legado literario de un autor después de su muerte) de Edgar Allan Poe. A través de esa esquela y de una memoria plagada de falsificaciones en una publicación a su cargo, Griswold dibujó un autor recluido, receloso de su sociedad, drogadicto, atormentado por una imaginación enferma, alcohólico, solitario, envidioso del éxito que no alcanzó, autor de delirantes relatos y poemas y que fracasó en su intento de escritos de mayor seriedad, como la crítica literaria.
Era la venganza de Griswold contra un hombre muerto, buscaba acabar su fama literaria y destrozarlo para la posteridad, dibujándolo como un pobre loco que escribía en medio de visiones de pesadilla.
A pesar de que Griswold logró que su visión de Poe calara en la sociedad, aquel imaginario hizo a Edgar Allan Poe aún más conocido. A pesar de la fama y el extenso estudio que se le ha dado al autor, todavía hoy en día se mezcla la falsedad de Griswold con los hechos reales para dar a Edgar Allan Poe una visión de autor atormentado por las visiones oscuras que no tuvo otra opción que poner en el papel. Gracias a esa visión, sin embargo, se hizo masiva su obra, para que luego se esclareciera que era, en realidad, una literatura planificada, cuidada y consciente. Inspiró a Baudelaire y a Cortazar, se hizo famoso en todo el mundo y se convirtió en padre del terror, de la literatura criminal y hasta de la ciencia ficción. Entre miles de autores de una lista inagotable, no sería una locura intentar defender la tesis de que Edgar Allan Poe fue el autor más influyente en literatura de la historia. Pero dejemos las tesis absolutas para otro momento; el objetivo de esta entrada es derrumbar el mito del gótico Edgar Allan Poe perdido entre visiones infernales.
No toda la culpa del mito de Poe, que al final sirvió para aumentar aún más su legado, recae en Griswold; una porción de psicoanalistas, empezando por Maria Bonaparte decidieron que la obra poética traspasaba el inconsciente de sus autores e iniciaron un tipo de mal llamada crítica literaria consistente en psicoanalizar los autores a través de su obra. Bonaparte y otros psicoanalistas, además de analistas y críticos que no estaban directamente asociados por el psicoanálisis, empezaron a buscar en la ficción el rompecabezas del Edgar Allan Poe atormentado y febril que Griswold había puesto en el imaginario colectivo. Maria Bonaparte decidió, a través de la obra de Poe, que él siempre replicaba la figura de la madre por pulsiones edipicas y necrofílicas; mientras que otros le diagnosticaron alcoholismo al igual que distintas enfermedades y supuestos deseos ocultos basados únicamente en la obra ficcional del autor estadounidense.
Toda esta de especulación sin base alguna fue disparada, claro, por la supuesta inconsciencia de Edgar Allan Poe al escribir; Griswold había hecho creer que los escritos de Poe eran producto de delirios enfermos de un hombre atormentado, y claro, si un psicoanalista cree que esto es cierto, creería también que era posible y certero un análisis del autor a través del reflejo de su inconsciente, su obra y creyeron que Edgar Allan Poe escribía relatos de terror, muerte y mujeres que en realidad son madres que regresan de la muerte a amar pasionalmente al hijo. Griswold falseó una imagen de Edgar Allan Poe que hizo pensar que su obra guardaba secretos de su personalidad y la especulación natural de los psicoanalistas completó la pintura.
El imaginario del autor atormentado terminó dando más fama a Poe; hasta se podría agradecer a Griswold por entregarle fama a un autor que la merecía, en especial porque el descubrimiento y la lectura masiva de Poe llevó a que se analizara seriamente. El problema es que corrientes como el psicoanálisis disfrazaron a la especulación libre de análisis serio, y desviaron la atención por mucho tiempo; no se analizaba la obra en cuanto a literatura, sino en cuanto a pistas de la personalidad de un autor; lograron que mitos como el del Edgar Allan Poe atormentado, o creencias irracionales como que las obras reflejaban personalidades del autor perduraran por más tiempo de lo debido, y ayudaron a que se censuraran y vilipendiaran obras polémicas en contenido y se tachara al autor de los crímenes de sus personajes, como ocurrió, por ejemplo, con Lolita de Vladimir Nabokov.
De esas dos visiones, complementarias, se dibuja al mito de Edgar Allan Poe. La realidad, sin embargo, parece ser bastante distinta; los expertos en Poe coinciden en que no existe evidencia de que el autor fuera un adicto al opio, en épocas cercanas a su muerte seguía teniendo relevancia en círculos literarios e intelectuales, tenía una prosa trabajada y consciente, hizo crítica literaria por mucho tiempo y se preocupaba por temas humanisticos como la ciencia, la lógica y el raciocinio. No era tampoco el hombre alejado de la sociedad que su mito dicta; incluso intentó resolver un misterio real de su época, el asesinato de Mary Roger, ficcionalizando el crimen en El misterio de Marie Rogêt; las conclusiones que el supuesto adicto al opio, delirante y atormentado artista dio en su ficcionalización fueron y son estudiadas bajo la investigación de criminalistas e investigadores que siguen explorando el caso y las dieron como mayormente acertadas.
Lejos del imaginario del hombre que termina viviendo alejado de todo y que ante sus atormentadas visiones, las traslada al arte, Edgar Allan Poe desde temprano en su vida quizo ser escritor y vivir de la escritura y con este propósito se convirtió en un autor prolífico, con una obra gigantesca que abarca tantos géneros como el autor tuvo posibilidad de leer; encontró su mayor éxito en las atmósferas románticas y en ellas ubicó a sus personajes; solía relacionar sus cuentos con temas de importancia, por lo que muchos de sus cuentos inician con pequeños ensayos literarios acerca de los temas a tratar, que luego desembocan en la narración de los acontecimientos, dotando de realismo y verosimilitud el fantástico terror de su obra.
Nos queda todavía el tema de su vida tormentosa llena de tragedias; hay que relativizarlo y poner la historia aparentemente trágica de Poe en el contexto; la historia de perdidas familiares de Poe está íntimamente relacionada con la tuberculosis, y hay quienes, como Bonaparte, encuentran en la obra de Poe que sus personajes femeninos solían ser siempre el arquetipo de la mujer enferma de tuberculosis: de labios rojos, pálida, débil, enferma. Nada de esto es falso; Poe tuvo una relación demasiado cercana con la tuberculosis, viendo como perdía persona cercana tras otra por la enfermedad, en especial a las mujeres cercanas en su vida, y su obra ficcional dibujó la mujer enferma de tuberculosis. La cuestión es: no es esa la historia particular de Edgar Allan Poe, sino la historia de la sociedad del siglo XIX en Estados Unidos y Europa; la enfermedad fue llamada "la plaga blanca" por su tremenda mortalidad; se cree que era la causa principal de muerte en Europa y Estados Unidos.
Hay que anotar, además, para el tema de la ficción, que aquella mujer que relacionan con la vida personal de Poe era también el ideal de la literatura de la época; en el siglo XIX todo el movimiento romántico pintó estas mujeres pálidas, débiles y de labios rojos; tiene incluso influencia en el ideal de belleza femenino de hoy, y las encontramos en la literatura en Victor Hugo, en Edgar Allan Poe, en Frankestein, en Dracula, entre muchos otros. No era una particularidad de Poe, era una continuidad, una relación de conexión con la literatura de todo el mundo. Incluso, las mujeres de la época, para encajar en el ideal de belleza en que se había convertido la mujer con tuberculosis, buscaban palidecerse contrayendo anemia para encajar con esos estándares de belleza que los románticos habían esparcido; fue por eso llamada "la enfermedad romántica". La relación de Edgar Allan Poe con la tuberculosis era la relación de la sociedad con la tuberculosis, y era común que una persona tuviera varias muertes familiares por la enfermedad, no era una particularidad extraordinaria que lo llevó a la locura.
Su muerte, enmarcada en el misterio, en algunas versiones producida por un estado de embriaguez que lo llevó al delirium tremens, no hizo más que alimentar la imagen del genio inconsciente y atormentado que todavía hoy se vislumbra en buena porción del imaginario colectivo.
Todos los expertos de Poe, estudiosos e incluso autores que fueron gruesamente influenciados por su obra coinciden en sus facetas de escritor prolífico y dedicado, que se tomaba bastante en serio su trabajo; es llamado incluso uno de los primeros escritores profesionales en el sentido moderno, que buscó y tuvo relativo éxito, en mantenerse a través de su trabajo de escritor. La imagen del escritor de cabello regado, de bigote sin peinar, de mirada atormentada no coincide con el verdadero Poe, más bien sería un hombre que nació con cierta posición social, bien parecido, cuidadoso de su ambiente y persona, inteligente, creativo y trabajador, escritor profesional y dedicado a la literatura, a la que amaba profundamente desde la niñez.
Hoy en día la globalización intelectual, la especialización, el conocimiento de expertos y estudiosos y la pasión que causa el autor nos llevan a empezar a desmontar esa imagen de Edgar Allan Poe que Griswold inventó, y al final ya no importa mucho; nos hemos acostumbrado al análisis de la obra más allá de las particularidades del autor, y el psicoanálisis ha perdido tanto campo en la crítica literaria como en la psicología. No importa si Edgar Allan Poe fue el genio delirante que nos dibujó Griswold o el hombre trabajador que los expertos se han encargado de mostrar; a su obra no le cambia una sola coma, sigue estando entre las más influyentes de la historia y seguirá despertando imaginaciones de ensueño y de pesadilla por muchos siglos; sin embargo, es importante que contrastemos para tumbar el mito del escritor atormentado que escribe genialidades en medio de su delirio, que dejemos de relacionar las obras con los autores para no seguir juzgando a los Nabokovs del presente y futuro y que pongamos el foco en que el escritor y el artista puede ser también una persona totalmente funcional; que no necesita del delirio y de alucinaciones forzadas para alcanzar, o al menos acercarse, a la genialidad de la obra de Edgar Allan Poe.
Por último, dejo una lista de enlaces que han sido fuente para este artículo y que permiten seguir explorando el apasionante tema de Edgar Allan Poe.