sábado, 28 de abril de 2018

El verdadero Edgar Allan Poe





El 9 de octubre de 1949 podría haber aparecido en algún periódico de Baltimore una esquela que leyera: "Comunicamos con pesar la muerte de un hombre nacido en Boston, conocedor del mundo, lector de autores europeos, sargento mayor de artillería, atleta aficionado que ha nadado casi 10 kilómetros en el río Richmond, periodista osado, crítico literario y escritor tanto de relatos y poesía, poseedor de una prosa trabajada y metódica en el propósito de entregar al lector el mayor de los sentimientos, sea en sus escritos de terror, los que él mismo llamó "de raciocinio", o, incluso, los cómicos. Hablamos, claro de Edgar Allan Poe que ha muerto hace dos días y deja un vacío en sus amigos y familiares, quienes le guardaban profundo cariño y respeto"

No se habría dicho en esa imaginaria esquela una sola mentira del autor estadounidense, y, además, se le habría hecho una mayor justicia al verdadero hombre que fue Edgar Allan Poe, o Eddie, como solía firmar sus cartas más amistosas o sentimentales. En lugar, la esquela que se publicó dibujó un hombre no existente, atormentado, errático e imaginativo. La esquela fue firmada con el sobrenombre "Ludwig", y luego sería revelado que fue escrita por Rufus Wilmot Griswold, conocido de Poe, pero más que conocido, amargo rival y, después de su muerte, en circunstancias que no se alcanzan a entender, tomó el papel de ejecutor o albaceas literario (quien se encarga del legado literario de un autor después de su muerte) de Edgar Allan Poe. A través de esa esquela y de una memoria plagada de falsificaciones en una publicación a su cargo, Griswold dibujó un autor recluido, receloso de su sociedad, drogadicto, atormentado por una imaginación enferma, alcohólico, solitario, envidioso del éxito que no alcanzó, autor de delirantes relatos y poemas y que fracasó en su intento de escritos de mayor seriedad, como la crítica literaria.

Era la venganza de Griswold contra un hombre muerto, buscaba acabar su fama literaria y destrozarlo para la posteridad, dibujándolo como un pobre loco que escribía en medio de visiones de pesadilla. 

A pesar de que Griswold logró que su visión de Poe calara en la sociedad, aquel imaginario hizo a Edgar Allan Poe aún más conocido. A pesar de la fama y el extenso estudio que se le ha dado al autor,  todavía hoy en día se mezcla la falsedad de Griswold con los hechos reales para dar a Edgar Allan Poe una visión de autor atormentado por las visiones oscuras que no tuvo otra opción que poner en el papel. Gracias a esa visión, sin embargo, se hizo masiva su obra, para que luego se esclareciera que era, en realidad, una literatura planificada, cuidada y consciente. Inspiró a Baudelaire y a Cortazar, se hizo famoso en todo el mundo y se convirtió en padre del terror, de la literatura criminal y hasta de la ciencia ficción. Entre miles de autores de una lista inagotable, no sería una locura intentar defender la tesis de que Edgar Allan Poe fue el autor más influyente en literatura de la historia. Pero dejemos las tesis absolutas para otro momento; el objetivo de esta entrada es derrumbar el mito del gótico Edgar Allan Poe perdido entre visiones infernales. 

No toda la culpa del mito de Poe, que al final sirvió para aumentar aún más su legado, recae en Griswold; una porción de psicoanalistas, empezando por Maria Bonaparte decidieron que la obra poética traspasaba el inconsciente de sus autores e iniciaron un tipo de mal llamada crítica literaria consistente en psicoanalizar los autores a través de su obra. Bonaparte y otros psicoanalistas, además de analistas y críticos que no estaban directamente asociados por el psicoanálisis, empezaron a buscar en la ficción el rompecabezas del Edgar Allan Poe atormentado y febril que Griswold había puesto en el imaginario colectivo. Maria Bonaparte decidió, a través de la obra de Poe, que él siempre replicaba la figura de la madre por pulsiones edipicas y necrofílicas; mientras que otros le diagnosticaron alcoholismo al igual que distintas enfermedades y supuestos deseos ocultos basados únicamente en la obra ficcional del autor estadounidense. 

Toda esta de especulación sin base alguna fue disparada, claro, por la supuesta inconsciencia de Edgar Allan Poe al escribir; Griswold había hecho creer que los escritos de Poe eran producto de delirios enfermos de un hombre atormentado, y claro, si un psicoanalista cree que esto es cierto, creería también que era posible y certero un análisis del autor a través del reflejo de su inconsciente, su obra y creyeron que Edgar Allan Poe escribía relatos de terror, muerte y mujeres que en realidad son madres que regresan de la muerte a amar pasionalmente al hijo. Griswold falseó una imagen de Edgar Allan Poe que hizo pensar que su obra guardaba secretos de su personalidad y la especulación natural de los psicoanalistas completó la pintura.

El imaginario del autor atormentado terminó dando más fama a Poe; hasta se podría agradecer a Griswold por entregarle fama a un autor que la merecía, en especial porque el descubrimiento y la lectura masiva de Poe llevó a que se analizara seriamente. El problema es que corrientes como el psicoanálisis disfrazaron a la especulación libre de análisis serio, y desviaron la atención por mucho tiempo; no se analizaba la obra en cuanto a literatura, sino en cuanto a pistas de la personalidad de un autor; lograron que mitos como el del Edgar Allan Poe atormentado, o creencias irracionales como que las obras reflejaban personalidades del autor perduraran por más tiempo de lo debido, y ayudaron a que se censuraran y vilipendiaran obras polémicas en contenido y se tachara al autor de los crímenes de sus personajes, como ocurrió, por ejemplo, con Lolita de Vladimir Nabokov.

De esas dos visiones, complementarias, se dibuja al mito de Edgar Allan Poe. La realidad, sin embargo, parece ser bastante distinta; los expertos en Poe coinciden en que no existe evidencia de que el autor fuera un adicto al opio, en épocas cercanas a su muerte seguía teniendo relevancia en círculos literarios e intelectuales, tenía una prosa trabajada y consciente, hizo crítica literaria por mucho tiempo y se preocupaba por temas humanisticos como la ciencia, la lógica y el raciocinio. No era tampoco el hombre alejado de la sociedad que su mito dicta; incluso intentó resolver un misterio real de su época, el asesinato de Mary Roger, ficcionalizando el crimen en El misterio de Marie Rogêt; las conclusiones que el supuesto adicto al opio, delirante y atormentado artista dio en su ficcionalización fueron y son estudiadas bajo la investigación de criminalistas e investigadores que siguen explorando el caso y las dieron como mayormente acertadas. 


Lejos del imaginario del hombre que termina viviendo alejado de todo y que ante sus atormentadas visiones, las traslada al arte, Edgar Allan Poe desde temprano en su vida quizo ser escritor y vivir de la escritura y con este propósito se convirtió en un autor prolífico, con una obra gigantesca que abarca tantos géneros como el autor tuvo posibilidad de leer; encontró su mayor éxito en las atmósferas románticas y en ellas ubicó a sus personajes; solía relacionar sus cuentos con temas de importancia, por lo que muchos de sus cuentos inician con pequeños ensayos literarios acerca de los temas a tratar, que luego desembocan en la narración de los acontecimientos, dotando de realismo y verosimilitud el fantástico terror de su obra. 

Nos queda todavía el tema de su vida tormentosa llena de tragedias; hay que relativizarlo y poner la historia aparentemente trágica de Poe en el contexto; la historia de perdidas familiares de Poe está íntimamente relacionada con la tuberculosis, y hay quienes, como Bonaparte, encuentran en la obra de Poe que sus personajes femeninos solían ser siempre el arquetipo de la mujer enferma de tuberculosis: de labios rojos, pálida, débil, enferma. Nada de esto es falso; Poe tuvo una relación demasiado cercana con la tuberculosis, viendo como perdía persona cercana tras otra por la enfermedad, en especial a las mujeres cercanas en su vida, y su obra ficcional dibujó la mujer enferma de tuberculosis. La cuestión es: no es esa la historia particular de Edgar Allan Poe, sino la historia de la sociedad del siglo XIX en Estados Unidos y Europa; la enfermedad fue llamada "la plaga blanca" por su tremenda mortalidad; se cree que era la causa principal de muerte en Europa y Estados Unidos

Hay que anotar, además, para el tema de la ficción, que aquella mujer que relacionan con la vida personal de Poe era también el ideal de la literatura de la época; en el siglo XIX todo el movimiento romántico pintó estas mujeres pálidas, débiles y de labios rojos; tiene incluso influencia en el ideal de belleza femenino de hoy, y las encontramos en la literatura en Victor Hugo, en Edgar Allan Poe, en Frankestein, en Dracula, entre muchos otros. No era una particularidad de Poe, era una continuidad, una relación de conexión con la literatura de todo el mundo. Incluso, las mujeres de la época, para encajar en el ideal de belleza en que se había convertido la mujer con tuberculosis, buscaban palidecerse contrayendo anemia para encajar con esos estándares de belleza que los románticos habían esparcido; fue por eso llamada "la enfermedad romántica". La relación de Edgar Allan Poe con la tuberculosis era la relación de la sociedad con la tuberculosis, y era común que una persona tuviera varias muertes familiares por la enfermedad, no era una particularidad extraordinaria que lo llevó a la locura.

Su muerte, enmarcada en el misterio, en algunas versiones producida por un estado de embriaguez que lo llevó al delirium tremens, no hizo más que alimentar la imagen del genio inconsciente y atormentado que todavía hoy se vislumbra en buena porción del imaginario colectivo.

Todos los expertos de Poe, estudiosos e incluso autores que fueron gruesamente influenciados por su obra coinciden en sus facetas de escritor prolífico y dedicado, que se tomaba bastante en serio su trabajo; es llamado incluso uno de los primeros escritores profesionales en el sentido moderno, que buscó y tuvo relativo éxito, en mantenerse a través de su trabajo de escritor. La imagen del escritor de cabello regado, de bigote sin peinar, de mirada atormentada no coincide con el verdadero Poe, más bien sería un hombre que nació con cierta posición social, bien parecido, cuidadoso de su ambiente y persona, inteligente, creativo y trabajador, escritor profesional y dedicado a la literatura, a la que amaba profundamente desde la niñez.

Hoy en día la globalización intelectual, la especialización, el conocimiento de expertos y estudiosos y la pasión que causa el autor nos llevan a empezar a desmontar esa imagen de Edgar Allan Poe que Griswold inventó, y al final ya no importa mucho; nos hemos acostumbrado al análisis de la obra más allá de las particularidades del autor, y el psicoanálisis ha perdido tanto campo en la crítica literaria como en la psicología. No importa si Edgar Allan Poe fue el genio delirante que nos dibujó Griswold o el hombre trabajador que los expertos se han encargado de mostrar; a su obra no le cambia una sola coma, sigue estando entre las más influyentes de la historia y seguirá despertando imaginaciones de ensueño y de pesadilla por muchos siglos; sin embargo, es importante que contrastemos para tumbar el mito del escritor atormentado que escribe genialidades en medio de su delirio, que dejemos de relacionar las obras con los autores para no seguir juzgando a los Nabokovs del presente y futuro y que pongamos el foco en que el escritor y el artista puede ser también una persona totalmente funcional; que no necesita del delirio y de alucinaciones forzadas para alcanzar, o al menos acercarse, a la genialidad de la obra de Edgar Allan Poe. 

Por último, dejo una lista de enlaces que  han sido fuente para este artículo y que permiten seguir explorando el apasionante tema de Edgar Allan Poe. 




viernes, 27 de abril de 2018

De la novela criminal y otros términos



En Filadelfia, en 1841 apareció en la revista Graham's Magazine un relato destinado a revolcar la literatura; The murders in the Rue Morgue, de Edgar Allan Poe; en este el personaje C. Auguste Dupin utiliza su intelecto para dar con la solución de un misterio aparentemente imposible. Por este relato Poe sería reconocido como el creador de lo que conocemos como "Literatura criminal", "Literatura policial" o "literatura detectivesca" y como el padre intelectual de la "Literatura negra" y el "Hard-boiled". Cuando se habla del crimen en la literatura, todos los caminos llevan a Dupin y, por tanto, a Edgar Allan Poe. 

Con el pasar del tiempo, y debido a no ser un género que se trate mucho en la academia, en español se han dado distintos y confusos términos para designar toda esa literatura que ficcionaliza el crimen. Algunos términos se superponen entre sí, otros dejan afuera obras con un código parecido, y otros especializan aún más el género.

Intentaré en esta entrada definir algunos de estos términos; explicar, de ser posible, su origen, y recomendar algunas obras de cada uno, a ver si es posible dar un poco de claridad a un asunto con trabas conceptuales, terminológicas y lingüísticas.

  • Literatura policial:

Tal vez el término más conocido y utilizado en español para designar la literatura acerca del crimen. Policial suele referir a la policía como institución, como cuerpo, sin embargo, el origen de la palabra no refiere a esto, sino a un mantenimiento del orden legal; el término, por tanto, refiere a una historia en la que existe por lo menos un hecho que contraviene ese orden legal y es la historia del personaje o personajes que logran el retorno al orden legal, sea atrapando al criminal, o descubriendo quién y cómo ha efectuado el crimen. 

Esta etiqueta determinada dice entonces al lector que se le hablará de una historia en la que ocurre un crimen o está por ocurrir, y las acciones conscientes de los personajes principales llevarán a atrapar el criminal, o a impedir que el crimen sea realizado, manteniendo así el orden legal. Ese orden a veces puede ser más moral que físico: la solución al misterio se lleva a veces más el foco que el castigo al criminal, que en ocasiones, como ocurre en Miss Marple y trece problemas de Agatha Christie, ya ha sido atrapado antes de empezar la historia. 

Lo importante es que el crimen sea resuelto; el lector sabe que se encontrará ante una historia en la que el criminal será atrapado al final, el crimen será resuelto y el interés pasará no por el suspenso de qué ocurrirá, sino de cómo ocurrirá o cuál será la solución final, sabiendo de ante mano que el verdadero criminal será eventualmente atrapado. En la historia perfecta del género, por decirlo de otro modo, no nos preocupamos por la suerte de Sherlock Holmes, sino que esperamos saber cómo hará Sherlock Holmes para resolver el problema relacionado con el crimen que se le presenta a él y al lector al mismo tiempo. 

Cuando una obra se suscribe a un género, firma un pacto con el lector; en el caso de la literatura policial el pacto sería: El lector encontrará una historia acerca del crimen, en la que los personajes principales buscarán resolver un misterio para evitar que el crimen quede impune. 


Recomendados: 

  • Todo lo que Conan Doyle haya escrito que tenga a Sherlock Holmes; si se quiere ver como se resuelve de manera magistral un crimen, Watson cuenta como lo hace Holmes en varias oportunidades; se puede iniciar con el Sabueso de los Baskerville, y si se quieren más historias, más concentración en el método racional con el que se descubre el crimen, Las aventuras de Sherlock Holmes.

  • En la misma linea están los relatos de Edgar Allan Poe Los crímenes de la calle Morgue El misterio de Marie Rogêt

  • Agatha Christie es otra referencia obligatoria del género, sea en las novelas de su personaje Hércules Poirot, o en las de la entrañable Miss Marple. 


Literatura criminal:

El más amplio de todos los términos, y el que menor peligro de error causa al ser utilizado; se refiere a toda historia literaria que tenga como eje central de los acontecimientos al menos un crimen; es la gran etiqueta que encierra todos las otras de las que hablaremos; podemos realizar una historia de la literatura criminal empezando con los tres relatos de Dupin escritos por Edgar Allan Poe, pasando por autores como Hammett y Chandler y llegando hasta las novelas donde hace aparición Hannibal Lecter de Thomas Harrys o Perdida (Gone Girl) de Gillian Flinn. Se suele incluir también en esta categoría Crimen y castigo de Dostoyevsky, por cumplir el pacto con el lector a cabalidad. 

La diferencia entre lo policial y lo criminal, como se hace notar en la descripción anterior, es que toda la literatura policial es, a su vez, literatura criminal, pero no toda literatura criminal es policial; adentro de esta categoría podemos ver narraciones donde el protagonista es un criminal, donde se narra como ocurrirá un crimen, donde el detective no triunfa o donde nadie, nunca, descubre siquiera que se ha cometido un crimen; mafiosos, ladrones de cuello blanco, estafadores, asesinos, policías y detectives privados caben acá; este es el término que engloba a todos los otros; hoy en día empieza a ser utilizado con más frecuencia en español. Dos cuestiones tiene que tener una historia para poder suscribirse al pacto con el lector que lo ubicaría en la literatura criminal: El primero es que el eje central de toda la narración debe ser un crimen o crímenes, cometidos o por cometer. El segundo punto habla acerca de la verosimilitud y de las opciones que se le da al autor para lograrla; el lector permite aceptar situaciones aparentemente inverosímiles con el compromiso del autor de resolverlas en el desarrollo o al final de la novela, haciendo que el universo ficticio que crea tenga las mismas reglas que el mundo del lector; en este punto sería el opuesto directo de la literatura fantástica.

A modo de ejemplo: un hombre muere en una casa cuando toda la evidencia apunta a que no ha entrado ni salido nadie de esa casa en días, para resolver el asunto bajo el pacto con el lector de la literatura criminal, se podría narrar que el asesino entró y escapó por un túnel desconocido en la casa.

Muchos relatos y novelas cumplen con el primer requisito mencionado: un crimen es eje central del relato y todas las acciones de la historia son conectadas directamente por este; sin embargo, rompen el pacto establecido de la literatura criminal; la resolución, o las acciones de la novela no corresponden al pacto de verosimilitud; siguiendo con nuestro ejemplo: el lector encuentra que el crimen se explica por los poderes sobrenaturales del criminal, que tiene la habilidad de teletransportarse, o bien, el detective descubre al criminal gracias a sus poderes telepáticos. Incluso cuando alguna de las acciones presenta a este tipo de personajes, con poderes que no se corresponden con las leyes naturales de la realidad en la que vive el lector, se rompe el pacto de la literatura criminal y se suscribe, mejor, al de la literatura fantástica. 

En otros casos, como en Philip K. Dick, por ejemplo, se pueden encontrar incluso recursos propios de la literatura criminal, o, al menos, de la novela negra (que ya explicaremos más abajo), pero la búsqueda de verosimilitud del autor estaría más cercana a un pacto con el lector que corresponde al de la ciencia ficción (Que puede definirse ligeramente como: estoy creando un mundo con reglas distintas al mundo real, pero les daré verosimilitud explicando como son posibles y lógicas en el futuro o en un mundo que puede existir, pero que no es el planeta Tierra).

Recomendados:

  • En este espacio recomendaría narrativas que no quepan en ninguna de las otras categorías de esta lista; podemos entonces hablar de la obra de Marcel Leblanc, y de su personaje Arsenio Lupin, caballero ladrón, arquetipo del ladrón de guante blanco, amalgama de un pícaro, algún noble europeo y el mismo Sherlock Holmes, con quien se enfrentó en varias ocasiones, aunque enmascarado bajo otro nombre para evitar problemas legales: Herlock Sholmes. Leblanc es llamado el equivalente francés a Conan Doyle, y al leer a Leblanc se llega a la conclusión de que esa afirmación dignifica en igual medida a los dos autores. 

Literatura detectivesca

Nos enfrentamos a otro problema: ¿Es igual la literatura detectivesca que la literatura policial? No necesariamente. Hablábamos acerca de los pactos del autor, en el caso de la literatura detectivesca es de esperar que exista, entonces, un detective, entendiendo a este como alguien que se encarga de la investigación con un método determinado; no contiene, como el policial, aquella concepción de que el crimen deba ser resuelto, de que el orden legal debe retornar. 

Para seguir diferenciando debemos hablar en inglés: allá encontramos la etiqueta "procidemental policivo" (police procedural); hay que notar que el tipo de historias bajo esta categoría tiene como característica repetida que el asesinato o crimen ocurre al principio de la historia, recurso repetido incluso en las series que continúan el género desde la televisión (CSI, por ejemplo), haciendo aún más claro que se hace énfasis no en quién hizo el crimen, sino en cómo lo hizo y cómo se llega al verdadero culpable; el énfasis se pone en el procedimiento, usualmente llevado a cabo por varios miembros, diferente a la ficción detectivesca en la que se hace énfasis en un único detective. 

En español, mientras tanto, podríamos diferenciarlos desde el énfasis en un detective; detectivesca sería una ficción criminal que muestra un detective profesional o amateur, encargado de resolver un crimen. Gran parte de las obras detectivesca serían también, entonces, literatura policial, con pocas excepciones en las que el énfasis de la historia no pasa por resolver el crimen; aquellas en las que el detective no resuelve el crimen; falla, pero se mantiene como personaje principal. Ejemplos de esto solo se me ocurren desde la aparición de la novela negra y en concreto del Hard-Boiled. En español, sin embargo, es mayormente utilizado como sinónimo absoluto de "literatura policial", y, por ahora, para no contribuir a aumentar el caos conceptual, lo permitiremos.

Literatura negra o noir 

La literatura criminal anterior a la negra, o literatura criminal "blanca", agotó sus temas y recursos; no muchas veces puede un Sherlock Holmes descubrir que un dedo manchado indica al verdadero asesino. El relato policial se solía ubicar en las afueras, en casas encerradas, en espacios donde un crimen extraordinario pudiera ocurrir. El problema es que en las ciudades el crimen dejaba de parecer a los lectores como algo extraordinario, y obreros influenciados por ambientes "ultra-urbanos" y por las guerras mundiales empezaron a consumir literatura. Y claro que el supuesto ingenio con el que Miss Marple resolvía crímenes sentada en un comedor no les resultaría muy atractivo a los nuevos lectores, forjados en la guerra y en las ciudades presas del Hampa. Pero ya veremos el resultado exacto que este fenómeno trajo en el siguiente ítem de esta lista. 

Primero pensemos en el crimen desde la psicología del criminal y desde sus causas e implicaciones sociales. Bueno, esto es lo que hizo que apareciera la literatura criminal negra; el cambio se dio en contar, a través del crimen, una historia acerca del ser humano y de la sociedad; ya el relato de crimen dejó el retorno al orden, y pasó al descubrimiento de una naturaleza escondida en los callejones de las ciudades, en los subterráneos y trenes y en las particularidades humanas.

Se podría definir a la literatura negra como una ficción criminal en la cual el autor se vale del crimen para mostrar una visión acerca de la sociedad o de lo humano. Podemos trazar un paralelo con la ficción erótica y la ficción pornográfica; en esta metáfora la pornografía es la representación del sexo, en cuanto a sexo, mientras que lo erótico se vale del sexo para contar una historia acerca de lo humano o lo social; la literatura negra sería lo erótico, por querer representar particularidades más allá del crimen específico de la historia, mientras que la criminal "no negra", o criminal "blanca", sería la pornografía, por ser una historia centrada en el crimen particular que narra el autor. 

La literatura negra se vale del crimen para hablar acerca de las razones humanas y sociales del accionar criminal, para reflejar una sociedad escondida que convive debajo de la aparente, así mismo de la psicología del eventual detective, de sus cambios psicológicos frente al crimen, de sus vibraciones en el proceso, del efecto que tiene en las víctimas y familiares y en la sociedad general; es el crimen llevado a la sociedad, a la realidad más cercana al lector.

¿Cuál es el pacto con el lector en este caso? Bueno, el lector de una novela negra espera que el autor no solo le cuente la historia de un crimen o su resolución, quiere que le hable acerca del criminal, del detective, de la sociedad que rodea el crimen, de sus causas e implicaciones; el pacto es: El autor usará una historia criminal para conversarle al lector acerca de cuestiones psicológicas humanas y sociales. 

En esta categoría encontramos entonces historias donde el personaje principal es un criminal, o la víctima incluso, historias de mafiosos, de crímenes nunca resueltos, de planeación de un crimen. Ha través de la intención de realismo la novela negra, además, ha logrado crear, primero, una serie de personajes arquetípicos, como la femme fatale, más peligrosa a veces que el mafioso más armado y, segundo, temáticas recurrentes en el género como la amistad o el romance, adyacentes a la historia del crimen. 

¿Por qué noir? Las primeras historias de este tipo fueron publicadas, sobre todo, por la revista Black Mask, el black, pasó a ser el noir del francés en la serie noir de la editorial francesa Gallimard, que reflejaba estas historias, el noir volvió a los países anglosajones, en especial para reflejar el cine noir que llevó a la pantalla estas historias, y en español nos llegó para relacionar todo este tipo de literatura, pero privilegiamos la traducción, y hablamos entonces de nóvela negra, ya que la novela es la forma más habitual de este tipo de literatura.

Recomendados: 

  • Ya se recomendarán otros en el siguiente apartado de la lista, pero en la intención de recomendar obras que no pertenezcan a otras categorías de la lista, acá podemos recomendar entonces, primero, toda la obra de Patricia Highsmith, en especial la serie Ripley, protagonizada por Tom Ripley, asesino, estafador, criminal en toda regla, que inicia con la novela El talento de Mr. Ripley / A pleno sol.
  • Además, Sudores fríos de Pierre Boileau y Thomas Narcejac, historia que sería llevada al cine por Alfred Hitchcock bajo el título "Vértigo".
  • Hitchcock también dirigió la adaptación de la novela Extraños en un tren, de Patricia Highsmith con un guión en el que trabajó también Raymond Chandler, autor clave para el apartado que sigue a esta lista. 

Literatura Hard-boiled.

Para hacer un huevo duro hay que ponerlo a hervir; a través de esa agua en punto de ebullición el huevo se pone duro en su interior. A esto hace referencia el termino hard-boiled, sin traducción exacta al español, pero que nos sirve de metáfora perfecta; los autores, tanto como los primeros lectores de este tipo de literatura, se criaron en una atmósfera enrarecida por el crimen y las guerras; los criminales dejaron de ser en el imaginario popular caballeros con armas y pasaron a ser miembros del hampa, negociadores de drogas, hombres y mujeres ensuciados del bajo mundo; parafraseando a Raymond Chandler en su ensayo el simple arte de matar, el asesinato volvió, en el imaginario, a la gente que comete asesinatos, la pluma pasó a autores que conocían ese mundo, y en la literatura los crímenes volvieron a ser de los criminales. La sociedad, los autores y la literatura se endureció gracias al estado de ebullición social existente en los bajos mundos de las ciudades.

En este contexto aparece Dashiell Hammett, escritor habitual en la ya nombrada revista Black Mask; había ejercido como detective privado, y ante sus problemas económicos empezó a publicar en la revista usando sus propias experiencias; el propio Hammett era uno de esos huevos duros, y traspasó esa dureza a la literatura: los criminales hablaban como criminales, y los detectives como gente que se codea con criminales, todo se ha endurecido, mafiosos, ladrones, asesinos, detectives y policías empezaron a hablar como hablan en la vida real, como se habla en las calles, y en ese contexto los autores del hard-boiled ubicaron sus historias

El hard-boiled busca contar una historia de crímenes, en las que aparecerá un lenguaje realista, urbano, con presencia de un "bajo mundo" habitado por personajes endurecidos. Esto, por si solo, además, enmarca a todo este género adentro de la literatura negra; la intención de reflejar la realidad del bajo mundo, el verdadero mundo del crimen, lo suscribe en la intención de hablar de la sociedad.

Ocurre que por las características de autores que tuvieron altos grados de reconocimiento, como Hammett y Raymond Chandler, el término se quedó con la concepción mayoritaria de ser parte de la literatura detectivesca; pero en realidad no es exclusivo; es posible contar una historia en el estilo hard-boiled que no pertenezca a la literatura detectivesca; las primeras historias de este género, de hecho, versaban acerca de criminales, pero luego los grandes del género prefirieron la variante detectivesca, en el caso de Raymond Chandler, por considerar que era necesario el héroe detective, que reviente con su profunda moralidad en el mundo del crimen, sin por eso suavizarse.

El pacto de autor y lector, entonces, dicta que el lector cuando lee una historia hard-boiled espera encontrar una historia realista, de atmósfera urbana, que versa acerca de crímenes, con personajes endurecidos, acostumbrados al crimen como mafiosos, pandilleros, criminales profesionales y un reflejo del bajo mundo donde se cocina el crimen al lado de quienes pueden detener a los criminales. 

Recomendados: 

  • Todo lo que alguna vez haya escrito Dashiell Hammett, pero hagamos énfasis en El halcón maltés, la historia de Sam Spade, un detective cuya historia moral es tan entrañable como la historia de detección de la novela. Spade es un hombre duro, fuerte, y con un objetivo en mente. La novela es una historia de hombres coleccionistas de poca moral, de asesinato, de corrupción, traición y crimen. El mismo Chandler comparaba a Hammett con Hemingway por su estilo realista, rudo, brutal, y al mismo tiempo tremendamente bello. Dashiell Hammett edifica en su obra una poética de la rudeza de las calles. 
  • Todo lo que alguna vez haya escrito Raymond Chandler, en especial El largo adiós, máxima radiografía del detective Philip Marlowe, hombre rudo y moral a partes no solo iguales, sino complementarias; héroe de su propia moralidad es indomable y batalla en una guerra que sabe no podrá ganar nunca contra el crimen que aparece en las calles mafiosas, en las instituciones corruptas y hasta en la alta sociedad, supuestamente élite moral. Raymond Chandler tomó la receta de Hammett y la elevó con clara y consciente intención de calidad literaria y de prosa; la intención se hace notar, su prosa es, si se me permite la cucharada subjetiva, más cuidada que la de Hammett, más efectiva en generar una sensación en el lector. La obra de Chandler es tan nostálgica y pesimista como heroica y optimista; la sociedad está podrida, pero no tanto; existen hombres como Philip Marlowe. 
  • Además, son altamente recomendados Triste, solitario y final de Osvaldo Soriano, con la aparición también de Philip Marlowe, y La rubia de ojos negros de Benjamin Black, también protagonizada por el mismo detective. 


Por ultimo, por si han quedado todavía en confusión, ensayé un diagrama de Venn, intentando aclarar el asunto; espero no aumente la confusión. 



martes, 24 de abril de 2018

Acerca de:

De género. 


Existen quienes ven a la literatura como un arte mayor, producto de genios y laburantes del arte de la palabra; hay quienes ven a la literatura como algo magnifico y majestuoso, que requiere esfuerzo y trabajo para ser leída y apreciada, con un panteón de dioses propio que nos han dejado sus respectivas sagradas escrituras. 

Cuando esa visión de la literatura proviene de los propios supuestos expertos del tema, lleva también a que mucha gente tenga la visión de que la literatura, al menos la alta literatura, es algo respetable e inalcanzable por el común de los mortales, y ahí vemos al pobre Pablo Pérez, al que le han dicho que no sabe nada de literatura, temblando ante la sombra de un libro sagrado, escrito por algún ruso, y al final se decide que no está a su alcance, y se compra mejor otra cosa, un cd de música o una película pirata, la que esté de moda. Y luego la academia se queja.   

A los estudiantes de colegio, al menos a mí, nos dijeron en el aula que debíamos leer, que la literatura era importante, que la literatura ayudaba, que era algo vital y dignificante para las personas. ¿Quién va a querer leer literatura si te la venden como te venden un plato de sopa de espinacas?

Y nosotros, los que leíamos por cualquier extraña razón, empezamos creyendo eso. No puedo olvidar la brutal arrogancia con la que me sentaba a leer en público cuando la portada tenía un nombre olímpico, ojalá extranjero; fui también coleccionista de títulos leídos, y cuando tuve la oportunidad de encontrarme con otros enamorados de la palabra escrita caí también en el duelo de títulos leídos: "Esto es lo que leído, ¿qué he leído usted?", también mentí, para quedar bien; "Si, claro que lo leí, !Si es un clásico", y me lancé luego a buscar el título desconocido, en una ciudad donde no se conseguían muchos libros, y al no encontrarlo me acomplejaba mi poca intelectualidad al sentarme en privado, no fuera que alguien me descubriera, a leer bajezas: fantasmas que asustan a la gente, naves espaciales que aparecen de la nada y hombres ricos que son asesinados en extrañas circunstancias.

Menos mal con el tiempo, buscando portadas de rubias asesinas, me encontré con Raymond Chandler, y luego con profesores y amantes de la literatura a los que no les interesaba saber cuál tomo de Proust era el mejor, y se encantaban con igual pasión por una diatriba acerca de un relato kafkiano que por una descripción de la importancia de Arsenio Lupin. 

Pero hay otros, quizás todavía mayoría adentro de la academia, que siguen coleccionando títulos y calificando a la literatura, no por sus formas, recursos, contenido, relevancia, originalidad o capacidad de atrapar a un lector; sino por géneros, (o subgéneros, si se quiere), se han vuelto profesionales del etiquetamiento y siguen poniendo una literatura alta y una literatura baja, y, por consiguiente unas formas de arte alta y otras bajas; unos escritos para los académicos, y otros tantos para el vulgo. Y entonces van por ahí, rabiosos de que la saga juvenil del momento se haya llevado las ventas, y que el librejo gastado y arquetípico se desgaste en sus manos de revelados literarios que le encuentran valor a lo que ya se le encontró valor y se lo restan a lo que no han leído.

Menos mal ha aparecido ahora un público, de mayoría joven, al que poco le importa si al académico le parece interesante el libro de vampiros que lee apasionadamente. Leen, y mucho, a autores que recuerdan a esos que para los profesionales de la literatura poco importaron en su momento; los encasillaron en un subgénero y como baja literatura y aunque ahora, por cuestiones de coincidencia o de justicia universal, les han puesto estatua en el panteón de literatura, parecen no darse cuenta del error pasado y replican lo mismo con la literatura actual.

Me he convencido de que no existen la alta literatura ni la baja literatura; la emoción que sienten los académicos leyendo sus lecturas canónicas es la misma que siente el joven o adulto con su novela de extraterrestres. Ahí se encuentra el arte, en la emoción que pueden traer las palabras. Dedico este espacio entonces a la literatura, no bajo la óptica de que esta es una forma de arte pura y sagrada, sino como forma de emocionar a los lectores, y se usará este espacio para explorarla, para verla a la cara y de frente, sin complejos.

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